Un domingo
que parecía como cualquier otro en las Grandes Ligas trascendió cuando el estelarísimo pelotero Cal Ripken terminó con su legendaria racha de juegos
consecutivos en la alineación inicial de su equipo. Tres años después de dejar
atrás el récord de 2.130 juegos en fila con la participación de Loug Gehrig décadas atrás,
el jugador manifestó su deseo de no estar desde el primer lanzamiento con su equipo de
siempre: Orioles de Baltimore.
Lo que fue una rutina por más de 14 temporadas, juego tras juego, dejó de serlo de repente cuando
le indicó a su mánager su deseo de quedarse tranquilito en el banco. Con 38 años de edad, 17 de ellos entre el campocorto y la
tercera base de Orioles y bien establecido su registro en 2.632 juegos consecutivos
lo consideró suficiente.
Ese domingo 20 de septiembre de 1998 llegué a mi rutina en el Diario
Meridiano, al final de la tarde y estaba prendiendo la computadora cuando el jefe de redacción José Visconti, me avisó con el entusiasmo de tener la noticia principal: Leonardo.
Cal Ripken no va a jugar.
Estábamos
esos días más pendientes de Mark McGwire y Sammy Sosa en la lucha por el
liderato de cuadrangulares. Ya el récord de más jonrones en una temporada (61
por Róger Maris en 1961) había sido superado por ambos toleteros.
Y mientras
Visconti me pidió apoyo para la primera página, a Amador Montes, entonces
redactor de beisbol, le tocó la tarea de escribir sobre lo que representó el fin de la
racha de Ripken.
“Fue muy
impresionante” recordó Amador, actual gerente de operaciones de la Liga
Venezolana de Beisbol Profesional. “Aunque sabíamos que ese día iba a llegar,
no dejó de impactarme ese momento, después de tantos años jugando sin parar.
Fue verdaderamente admirable su resistencia” señaló.
De Montes a Montes
Por esas casualidades, la
relación del apellido Montes y Ripken no la encontré únicamente a través de
Amador. La periodista Mari Montes, quien estuvo en varios medios
audiovisuales e impresos venezolanos antes de radicarse en Florida, Estados Unidos, escribió
años después un libro de ficción llamado “Lucía, la pelota que soñaba con llegar al Salón de
la Fama”, de Ediciones B.
Usando sus conocimientos y su pasión por el beisbol, Mari describe en su obra, situada en extensión entre la novela corta y el cuento, como una esférica de beisbol llegó desde la fábrica en Costa Rica hasta un destino inesperado y más hermoso, bien lejos de los flashes y las grandes ceremonias. Ella hizo una lectura de su libro en el Ateneo de Caracas, gracias a las gestiones de La Rana Encantada, organización que promueve la lectura infantil, la cultura de paz y el reciclaje. Fue una experiencia conmovedora.
Mari Montes leyendo "Lucía la pelota..." |
El legado de Ripken
Del día que el pelotero decidió descansar pasaron 18 años un 20 de septiembre. Curiosamente la atención se centró mucho en esos días en torno a McGwire y Sosa. Pero ambos después fueron cuestionados por presunción de dopaje para conseguir sus hazañas deportivas. Ripken llegó al Salón de la Fama de la Grandes Ligas al primer año de elegibilidad (2007) con una sólida imagen de devoción y respeto al deporte mientras los dos anteriores fueron diluyendo su legado.
Para mí fue un domingo que comenzó a todo vapor. Llegando y trabajando más para la primera edición que para la última. Porque el “Hombre de Hierro” moderno había resuelto la noticia.